La vida sexual es un parte importante de la relación de pareja y puede tanto aportar solidez a la misma si son satisfactoria como dañarlas si no lo es. Existen diversos factores que influyen en cuánto sexo se tiene y en la calidad del mismo. Algunos son de tipo físico y otros son psicoemocionales. En un punto intermedio se encuentra el estado de energía, concentración y deseo que experimentemos, que a su vez puede depender de la calidad del descanso.
Así parece indicarlo un estudio piloto realizado en 2015 en la Universidad de Michigan y publicado en el Journal of Sexual Medicine se realizó el seguimiento a 171 mujeres universitarias mediante unos cuestionarios. Al principio del estudio se les preguntaba por su nivel de malestar sexual, depresión y ansiedad. Cada mañana durante dos semanas se les pedía que cumplimentasen otro cuestionario relativo a su funcionamiento sexual en las pasadas 24 horas y sobre la calidad del sueño la noche anterior, incluyendo cuánto les costaba conciliar el sueño y el tiempo total de sueño.
Los resultados fueron que, en mujeres con pareja, cada hora adicional de sueño se correspondía con niveles mayores de deseo sexual y en un incremento del 14% de la actividad sexual en el día siguiente. Aquellas mujeres con duraciones promedio de sueño mayores tenían mayor lubricación que aquellas otras con un sueño promedio inferior. Cuando se analizaron otros factores distintos a la duración del sueño, se encontró que no influían ni la edad, el malestar sexual, los sentimientos de felicidad o tristeza durante el día ni la fatiga o la presencia de la menstruación.
Evidentemente, nada garantiza que dormir más horas solucione la vida sexual porque se trata de un asunto complejo, pero resolver aquellos problemas que hacen que no durmamos lo suficiente, como cambiar nuestro viejo colchón si no es confortable, puede contribuir a que nos encontremos mejor y que disfrutemos más de las relaciones sexuales.