¿A cuánta gente le duele la espalda?
El dolor es una experiencia universal que puede afectar de manera importante nuestra calidad de vida. Existen muchos tipos de dolor y uno de los más frecuentes es el dolor de espalda. El 80% de las personas sufrirá de dolor de espalda a lo largo de su vida y más del 18% lo sufren de manera crónica, ya sea en la zona lumbar o en la zona cervical.
¿Qué es el dolor?
El dolor es la respuesta de nuestro cerebro ante una señal de que se está produciendo un daño en alguna parte del cuerpo. La percibimos conscientemente como una sensación desagradable, difícil de definir con palabras pero que todos sabemos cómo es. También es posible que se emita esa señal cuando no hay evidencia de daño (como sucede en la fibromialgia), pero lo más frecuente es que tenga una causa funcional.
¿Por qué se produce y para qué?
Cuando se destruyen células en un tejido (por una herida, una contusión, la presión en un órgano, etc.), los nervios cercanos detectan ciertas sustancias que se producen como consecuencia de ese daño y envían una señal al cerebro indicando que algo está mal. La elaboración de esa señal y la respuesta que crea el cerebro es una alarma (el dolor) que sirve para movilizarnos y resolver el daño creado.
¿Cómo evitarlo?
Más bien habría que decir cómo gestionarlo puesto que, cuando un dolor es funcional, nos está advirtiendo de un problema. Lo podemos comparar con una alarma contra incendios. Nadie querría eliminar la alarma cuando se dispara sino apagar el fuego y desactivar las señales luminosas y sonoras para que no nos molesten. Al final, la alarma hay que volver a conectarla por si vuelve a suceder una situación de peligro.
El dolor es un síntoma de un problema subyacente. Resolver el problema que lo causa es el objetivo que debemos fijarnos y, mientras tanto, se puede intentar reducir o eliminar la sensación negativa.
Y el dolor de espalda, ¿qué es en concreto?
Pues se trata igualmente de una respuesta del cerebro ante el daño que está sufriendo un tejido que, normalmente estará situado en la propia espalda. Decimos normalmente porque en ocasiones el dolor se irradia a otras zonas. Por ejemplo, nos puede doler la cabeza cuando realmente la causa del dolor está en el cuello.
La espalda es un conjunto de huesos, músculos, cartílagos, tendones y ligamentos que nos proporciona soporte estable para las extremidades y la cabeza, al tiempo que movilidad. Lo más importante que tenemos que saber respecto al dolor de espalda es la relación entre las partes duras (las vértebras) y las partes blandas (músculos, nervios, ligamentos, etc.) Las vértebras se mantienen unidas y tienen cierta movilidad gracias a un conjunto de músculos cortos y largos, así como ligamentos que tienen una gran capacidad para ejercer y soportar esfuerzos. Estos pueden ser tanto aguantar el propio peso como las fuerzas que ejercen las extremidades para movernos y mover objetos. Las vértebras están separadas por unas almohadillas fibrosas llamadas discos intervertebrales y están atravesadas por un haz de nervios que llamamos médula espinal. Esos nervios salen de ese haz y se dirigen hacia todos los tejidos desde los lados de la médula en forma de haces más pequeños llamados raíces nerviosas hasta llegar en forma de nervios individuales (las terminaciones nerviosas)
Cuando un tejido en el que hay terminaciones nerviosos sufre un daño (se rompen las paredes celulares o sufre algún tipo de agresión), las células dañadas emiten unas sustancias que excitan la terminación nerviosa y ésta transmite una señal que circula por el nervio hasta llegar al cerebro. El tejido dañado puede ser el mismo haz nervioso, en particular lo que hemos denominado raíces que salen por los lados entre cada par de vértebras.
¿Qué tipos de dolor de espalda existen?
Conocido el mecanismo que dispara la reacción de dolor, podemos ahora clasificar los tipos de dolor de espalda que nos encontraremos:
- El menos frecuente (menos del 1% de los casos) se da cuando una enfermedad generalizada (como un tumor) produce una señal dolorosa en la espalda. La solución de la enfermedad es la que puede resolver el problema del dolor, por tanto, lo que cabe hacer una vez abordada la causa es reducir o eliminar la sensación mediante la medicación.
Siguen en frecuencia (un 4% aproximadamente) los daños sobre las raíces nerviosas causadas por la compresión, bien sea por dos vértebras que se juntan demasiado (técnicamente, una estenosis espinal), bien sea por un disco intervertebral que se “infla” saliéndose de su sitio normal (las famosas hernias discales). En estos casos parece ser que lo más aconsejable es permitir que el daño se estabilice con el tiempo y se llegue a un estado funcional nuevo (puede que con menos capacidad física). Existe controversia entre los médicos sobre lo efectivos que son los tratamientos de tipo quirúrgico para este tipo de problemas. Algunos incluso consideran que debe ser el último recurso y sólo cuando exista clara evidencia de que va a existir mejora en el estado del paciente. Para quien quiera saber más del asunto, puede consultar “El libro de la espalda” del Dr. Francisco Kovacs.
- Pero la mayoría de los dolores de espalda (el 95% de los casos) se deben a daños locales en los músculos y ligamentos de la espalda. Pequeños (o grandes) desgarros en las fibras internas de los músculos, sobreextensiones de los músculos o los ligamentos sin que haya un daño estructural evidente son los que normalmente nos llevan a visitar al médico y a tomar analgésicos como “único” remedio. Hay evidencia de un uso cada vez más elevado de estas sustancias que no por el hecho de estar en todos los botiquines de nuestras casas tienen menos efectos secundarios. Medicamentos como el paracetamol y algunos de la familia del ibuprofeno se ha demostrado que pueden aumentar el riesgo hepático y para el corazón, respectivamente
¿Qué puedo hacer por mi espalda?
El último tipo de dolor, llamado inespecífico porque no hay una causa identificable en una lesión particular, se puede tratar desde una perspectiva de cambio de hábitos de vida y de mejora del entorno. El enfoque es relativamente simple y ataca de frente a la causa: Si el dolor surge por las microlesiones que ocasionamos a los músculos, nervios, tendones y ligamentos que estabilizan nuestra columna vertebral, lo más efectivo será eliminar lo que causa esa microlesiones y ayudar los tejidos para que se recuperen. Esto es, por un lado reducir los sobreesfuerzos y las posturas forzadas en nuestra vida diaria y por otro facilitar las mejores condiciones para reparar los daños que no se puedan evitar mediante el descanso.
Mantener una postura saludable no consiste en concienciarnos para sentarnos bien derechos o caminar erguidos, porque no es posible hacer un esfuerzo consciente por mucho tiempo. La postura se mantiene de manera automática e inconsciente dentro de los límites que el entorno, lo que estemos haciendo y el estado de nuestro cuerpo nos permiten. Lo que es efectivo (y realista) es:
- Limitar los esfuerzos que hacemos, no cargando más peso del razonable ni llevarlo de forma inadecuada (cuando más cerca del cuerpo, mejor; flexionando las rodillas para subir objetos pesados, etc.) y respetar las articulaciones no llevándolas más allá de lo razonable cuando hacemos un movimiento.
- F
ortalecer nuestros músculos y potenciar la elasticidad de los ligamentos para que asuman como conjunto los esfuerzos. Por ejemplo, una buena musculatura abdominal ayuda a reducir la carga a la que sometemos a la espalda. Por esta razón es por lo que actividades como la natación o la marcha nórdica son las saludables para la espalda. En relación con esto, la espalda (y en particular, de los discos intervertebrales) ha evolucionado para estar en movimiento. Cambiar de postura con frecuencia es una de las mejoras formas de cuidar nuestra espalda.
- Utilizar soportes corporales que den un apoyo correcto. Cuando estamos apoyados en una superficie (una silla, un sofá, una almohada o un colchón) si la forma y la firmeza de la misma no son las adecuadas, la columna vertebral no tendrá su forma natural y estaremos sometiendo a los tejidos blandos de esa zona a extensiones y compresiones que impedirán la tarea de reparación de los daños que se hayan producido durante la actividad.
Los colchones viscoelásticos Viscoform tienen como característica esencial que han sido diseñados para proporcionar una firmeza adaptada a la forma del cuerpo para ayudar a que, durante el descanso, la columna vertebral tenga la forma más parecida posible a cuando estamos de pie, que es la situación de menor esfuerzo para los tejidos blandos. De esta forma se permite a la espalda recuperarse de los daños producidos durante la jornada que se asocian al dolor inespecífico.