Cuando han pasado unos años y empezamos a dormir peor y a no descansar igual que antes, es el momento en que nos planteamos cambiar el colchón. Ya sea por tu salud o porque lo consideras una inversión en tu bienestar, el proceso de cambio de colchón puede no ser tan sencillo, pues en el mercado existen cientos de productos, materiales y características que pueden convertir la búsqueda de un nuevo colchón en una auténtica odisea.
Hace ya años que Asocama (Asociación Española de la Cama) trata de concienciar a la población a través de sus interesantes campañas institucionales, en las que se promueve el cambio del colchón cuando este tiene 10 o más años, con un claro mensaje que refleja que, pasados los 10 años de uso, ningún colchón conserva sus cualidades originales.
Esto que, a priori, puede parecer un poco arbitrario y se puede llegar a pensar que es una simple estrategia de marketing, tiene una base de realidad demostrada, pues los materiales con los que están fabricados los colchones sufren un desgaste continuo con el uso (no en vano los utilizamos mucho más que la práctica mayoría de elementos del hogar o la oficina), lo que produce que, con el paso del tiempo, las propiedades iniciales de los materiales de los que está compuesto el colchón se pierdan.
Según un estudio realizado por la Fundación Kovacs, existen evidencias de que un colchón de firmeza media es bueno para la espalda. Para llegar a esta conclusión, los investigadores evaluaron a más de 300 personas que llevaban sufriendo lumbalgia no específica durante al menos tres meses. Al comienzo del estudio, se cambió su colchón habitual por uno duro o un poco más blando (de firmeza media). A pesar de que, tres meses después, los pacientes de ambos grupos habían mejorado, los avances eran mayores entre los últimos: el 83% de ellos tenía menos dolor mientras estaba tumbado en la cama (frente al 78% de los que habían estado durmiendo sobre el colchón firme) y, el 86% de los que dormían sobre el colchón más blando, sentía menos molestias al levantarse (en comparación con el 80% del otro grupo).
Asimismo, en el 82% de los casos, con el uso del colchón más blando habían disminuido sus problemas para desempeñar tareas cotidianas (frente al 68% de los usuarios del colchón duro). Esto podría deberse a que un colchón muy duro no se amolda al cuerpo que se extiende sobre él, mientras que un colchón de firmeza intermedia se adapta a la curvatura de la columna y, por tanto, permite al cuerpo apoyarse completamente sobre él.
Según nuestra experiencia, en Viscoform tenemos constancia de que esto es así, aunque nuestra línea de investigación ha ido también dirigida a la adaptación de la forma de la columna al núcleo interior del soporte corporal.
Efectivamente, cuantos más años tiene un sistema de descanso, más “blando” se va haciendo, produciéndose entonces un efecto “barca” en nuestra columna, que es la responsable de los dolores de espalda posturales que se producen durante la noche y se manifiestan al levantarse en mal descanso, dolor lumbar, bajo rendimiento durante el día, etc.
Las conclusiones más interesantes que pueden extraerse de todo lo comentado anteriormente son que, en primer lugar, no es necesario el cambio de colchón cuando este es de alta calidad y mantiene sus propiedades después de 10 años; y, en segundo lugar, que no se debe aguantar con un colchón que ya ha perdido sus propiedades después de unos pocos años de uso y que nos está destrozando la espalda, sino que, cuando nuestra espalda nos avise en forma de dolor al levantarnos o nuestro sueño se vuelva irregular sin una causa aparente, impidiéndonos un correcto descanso, es el momento de cambiar nuestro sistema de descanso.
El mejor indicativo para cambiar es nuestro propio cuerpo, somos nosotros mismos.
Si quieres cambiar tu colchón y antes necesitas informarte sobre el tema y probar algunos modelos, ponte en contacto con nosotros sin compromiso, estaremos encantados de atenderte.